21 d’octubre 2024
09 d’octubre 2024
30 de setembre 2024
22 de setembre 2024
18 de setembre 2024
LES PLATGES AL CLATELL AL MUSEU MORERA DE LLEIDA
12 d’agost 2024
LES PLATGES DEL CLATELL segons Gema Monlleó (Revista Détour)
Les platges del clatell, de
Joan Vigó (LaBreu) | por Gema Monlleó
“la meva foscor amarga
-la velocitat més petita
del meu destí,
dels estralls de la disfressa- em floreix pertot.”
Berta
Epstein
La
película documental My Mexican Bretzel (Núria Giménez Lorang, 2019) narra la historia de Vivan Barret, una mujer de clase acomodada, entre las décadas de los 40 y 60 a partir de las imágenes de cintas domésticas (cincuenta bobinas de 18 y 6 milímetros) y de sus diarios íntimos. La memoria, pasados los años, reposa allí donde quedó fijada. En Les platges del clatell, la tercera novela del poeta Joan Vigó (Barcelona, 1964), el tesoro de la memoria son los poemas perdidos y hallados de Berta Epstein, Bepsta, una malograda y bella poeta morfinómana (“jo he plorat
estrelles i incendis / en cambres humides”), amante de Francis Picabia, que vivió en París y que desapareció en 1923 a los 24
años, suicidándose probablemente (y digo probablemente porque con Vigó todo
lo que no está cerrado es susceptible de reabrirse en su obra posterior)
arrojándose al Sena (“Somniaré inerta
amb el rictus dels peixos / i duré l’aigua de París a les entranyes”).
Artistas de la talla de Francis Picabia, Benet Rossell, Pablo Picasso, Palau i Fabre, Kiki de Montparnasse, Erik Satie, Man Ray, Stacia Napierkowska, Marcel Duchamp, André Breton... son, en mayor o menor medida, protagonistas de esta novela puzle, novela matrioshka, novela trampantojo, novela documental que dialoga desde sus tres planos temporales con la obra anterior del autor (la visita de Rossell y Miralda en 1971 a la licorería del Russell de Haiku a Brooklyn, la malograda Bepsta o la marquesa Luisa Casati: Vides potser) creando (¿cerrando?) un, de momento, tríptico metaliterario de carácter híbrido y, en Les platges del clatell, absolutamente oulipiano, vilamatiano y bolañiano.
A
la manera del Decamerón (Giovanni
Boccaccio) o de El manuscrito encontrado en
Zaragoza (Jan Potocki), a la manera del mismo Vigó en Haiku a Brooklyn, un hallazgo documental desencadena la trama: los
poemas de Berta Epstein, rescatados en un primer momento por Francis Picabia
cuando ésta, en un momento de desesperación narcótica, pretende lanzarlos por
la ventana; enviados por Picabia a Breton para que los publicase en Littérature, y olvidados y rescatados
varias veces hasta llegar a las manos de Corsini (estudioso literario y
peculiar goshtwriter) que los entrega
a Vigó (el personaje) quien los incluye como un insert con identidad propia
en la novela con la misma estética que los poemarios de la colección Alabatre
donde Vigó (el autor) publica (¡oh, casualidad!) los suyos. “Mentre Baixa
l’escala i els crits d’ella s’esvaeixen, de la mateixa manera que intueix que
la seva historia amb Bepsta està arribant al final, té la certesa que,
havent-se quedat els seus poemes, està salvant alguna cosa. Tal vegada el
llegat que en quedarà”. Treinta y tres poemas y veintidós escritos fragmentarios “robats als
escarbats”:
el legado del que ahora, en una constatación de la teoría bretoniana del azar
objetivo (hasard objectif), podemos
disfrutar.
La
novela trenza una cronología triple (los años 20 en París, 1971 en Nueva
York y la Barcelona contemporánea) en una suerte de informe literario,
detectivesco y documental (un recurso similar al recientemente utilizado por
Hernan Díaz en su magnífica Fortuna).
Tan pronto estamos con Picabia en el París de las vanguardias, como observando
la vida en Nueva York desde la mirada voraz de Rossell y Miralda (“jugàvem a ser artistes quan, de fet,
érem artistes”); tan pronto seguimos las hazañas erótico artísticas de
Picabia por tierra y mar (la institutriz de su hijo Lorenzo en la casa familiar
de Mougins, la bailarina rusa Stacia Napierkowska -inmortalizada en sus cuadros
como Udnie- en su viaje a Nueva York a bordo del La Lorraine), como asistimos a un accidente de coche durante el
rodaje de The French Connection (William
Friedkin, 1971) que deriva en una noche de mezcal (¿Los suicidas?) frente a un
peculiar altar picabiano; tan pronto
asistimos a los argumentos de Picasso sobre las mujeres y las musas (“No són muses. Són fonts elèctriques de
desig que ens connecten amb el centre de la terra”), como disfrutamos del
cielo cubista de Manhattan desde Welfare Island. Rossell y Picabia, artistas
totales ambos (pintores, poetas, multidisciplinarios), unidos por el hilo de la
bohemia y la imperiosa necesidad de exprimir la vida, curiosos, calidoscópicos,
poliédricos, anti dogmáticos, parisinos a ratos. Rossell y Picabia: “aristòcrates
de l’esperit”. Dos figuras ante el mismo espejo, dos reflejos de dos mundos
desaparecidos que convergen en el actual de la mano de Corsini y de Vigó
(personaje y autor), tras el hallazgo y la edición de los poemas de Berta
Epstein, en un doppelganger que
multiplica la fractalidad de los personajes.
El
aparente juego de casualidades que impulsa la(s) historia(s) se sostiene en un
minucioso trabajo de investigación y documentación histórica (condensado en
el Àlbum final, un despliegue
forénsico de pruebas documentales que certifican la veracidad de lo narrado)
en el que Berta Epstein está, por acción o evocación, en el centro de la
trama. Bepsta, la mujer con “la sang més perfecta que et puguis imaginar”, la protagonista azul de La femme aux allumettes (Picabia, 1924),
la que huyó a los catorce años del barrio judío en el que vivía al saber
que sus padres la querían casar con un rabino, rescatada de la prostitución
callejera por su amante Béatrice Dumont (“les
dues col·leccions d’ossos simètrics / que som tu i jo / Béatrice”),
iniciada por ésta en la morfina (“Era com
un animal ressentit. Tenia tanta ràbia a dins que només l’apaivagava amb
morfina”), liberada y libertina, admiradora del salvajismo vital y
literario de escritoras como Nancy Cunard o Valentine Penrose, y a quien ni el
amor siempre tempestuoso (“ell s’enamora
en allau”) ni el dinero de Picabia le bastaron para alejarse de un final trágico
(“Car no he nascut / per ser salvada /
sinó per ser la meva pròpia força / entre aquests papers / i les agulles /
malgrat el teu bon cor”).
Bepsta,
prostituta y poeta (“cristalls d’un temps
que ara recordo”). Bepsta, morfinómana y poeta (“i els ossos se m’esquerden quan tremolo / i fa set només de mirar
enllà”). Bepsta, “dona, parpella, espasme laminat, ull sísmic del cor, sina lloma” y poeta. Bepsta, fantasmal
Cleopatra de París y poeta (“Volar
damunt de totes les teulades / reposar
als engonals de la Torre Eiffel”). Bepsta, la poeta de la sonrisa y la
felicidad efímeras (“Trampa del
somriure. Llàgrimes cares”). Bepsta, la poeta que huyó de los disturbios
entre surrealistas y dadaístas en el Théatre Michel la noche del 6 de julio
en París camino del Pont de la Concorde...
“Serà de nit:
ulls clucs
el
salt
damunt
els peixos adormits
la
queixalada
de
mans i de dents d’alga.
Serà de nit.”
La
polifonía de Les platges del clatell encaja
con precisión artística y mecánica, componiendo en sus capítulos un
catálogo fabergiano de orfebrería
literaria. Picabia por voz del narrador. Rossell en voz propia en lo que parece
una transcripción escrita de conversaciones. Berta Epstein en la evocación de
Béatrice, en la carta de Casati a Schiaparelli. Y Vigó, el autor que escribe
y el personaje que escribe, como el alquimista que combina los elementos hasta
dar con la/su piedra filosofal: los poemas de Berta Epstein. Novela, también,
juego. Novela reto para el lector que puede optar por confiar en la veracidad
del relato, ser cómplice de un Vigó más detective
salvaje que nunca, o intentar el despiece entre la realidad y la ficción.
Yo opto por entregarme a la historia, como ya hice cuando vi My Mexical Bretzel, por la complicidad
con el autor, por ser parte del caleidoscopio literario (“Fer girar el calidoscopi, no és potser crear formes atzaroses que en
persegueixen unes altres?”) y por disfrutar de la trama, de la lírica, de
los reflejos dioramáticos y del mantra benetrosselliano:
“no cal entendre-ho tot”.
Termino
esta reseña con un regalo poético para su autor. Tuve la suerte de compartir
con él tardes de exhumaciones literarias (composición de poemas hurtando
palabras de otro texto bajo una traba oulipiana
–porque como afirma Picabia “en la poesia tot és i tot pot ser”-) y ahora hago bandera de su
juego utilizando su voz y constriñendo mis versos a lo que leo como unas
nítidas instrucciones exhumatorias en la página final de sus agradecimientos:
“El cognom Picabia apareix en el llibre 184 vegades. Epstein, 54.
Rossell, 53. Picabia, 49. Palau, 27. Napierkowska, 9.”
“Joc de miralls
els ulls perduts en un enllà fet de no-res, tant era
em va sacsejar per dins.
Volia ser poeta:
a cada pàgina marques de llapis. Itineraris.”
05 d’agost 2024
24 de juliol 2024
22 de juliol 2024
Conversa amb Adrià Pujol a La Bisbal
09 de juliol 2024
LES PLATGES DEL CLATELL al Més_324 de Xavier Graset
03 de juliol 2024
01 de juliol 2024
17 de juny 2024
11 de juny 2024
LES PLATGES DEL CLATELL segons Marina Espasa (Ara Llegim)
"D’una banda, tenim Antoni Miralda i Benet Rossell dalt d’un avió de dos pisos, amb barra de bar i permís per fumar, volant cap al Nova York dels anys 70. D'una altra, som en plena època d’avantguardes i assistim a una conversa entre Francis Picabia i Pablo Picasso sobre dones joves, una de les passions que comparteixen. A la intersecció entre aquestes dues històries, la feina de detectiu privat que ja fa tres llibres que exerceix el poeta Joan Vigó (Barcelona, 1964) hi ha col·locat una perla: la vida breu i intensa de Berta Epstein, una poeta que es va suïcidar tirant-se al riu Sena l’any 1924, quan era amant de Picabia.
Molts anys després, l’artista lleidatà Benet Rossell va sol·licitar al Centre Georges Pompidou una còpia d’uns dibuixos que Francis Picabia havia fet per a la revista Littérature. La tramesa li va arribar amb tota professionalitat i amb un afegit: tot de poemes d’una tal Berta Epstein que Picabia havia enviat a André Breton, confiant que el poeta i líder dels surrealistes sabria què fer-ne. Quan, el 2019, poc després de la mort de Rossell, Joan Vigó pot entrar al seu taller i obrir una capsa metàl·lica on diu “Picabia”, on hi ha aquest mateix sobre amb els poemes, la troballa doblega algun replec del temps i acaba generant un llibre com Les platges al clatell, que és a la vegada un tractat d’art, un poemari, un cant d’amor a Rossell i Picabia i a la força de l’atzar i la ficció: “Es tractava, potser, de trobar la verdadera ficció que dispara a les platges del clatell de la falsa realitat. No cal entendre-ho tot”.
Jugar al gat i la rata amb el lector
Amb les
mateixes cartes que fan anar els realitzadors de falsos documentals, Vigó juga
al gat i a la rata amb el lector: ara et col·loco un peu de pàgina amb una
referència a una exposició de la Sala Dalmau dels anys 80, ara una foto de
Picabia, Picasso i companyia, ara una foto d’una noia que es diu que és l’única
de la jueva morfinòmana que és prostituïa als urinaris de París, ara incloc un
número més de la col·lecció de poesia Alabatre amb poemes de Berta Epstein...
Tot perfer-li ballar el cap sobre el concepte de versemblança i sobre el que està
llegint: va existir una noia com Berta Epstein, poeta oblidada i maltractada
per un món eminentment masculí? O és un producte de la ploma de Vigó, que
homenatja aquesta i tantes altres artistes que van patir un destí semblant, el
de l’oblit?
Amb aquest
títol, Joan Vigó tanca una sèrie de tres llibres que obren moltíssimes
possibilitats a la narrativa tradicional, perquè juguen ambles convencions de
gènere i esborren fronteres entre realitat i ficció. Són llibres fi dels a una
concepció lúdica de la literatura, l’esperit oulipià, que reivindiquen una
altra manera de concebre la literatura, lluny de la majoria de produccions
adotzenades que ens deparen la majoria d’escriptors d’avui."
08 de juny 2024
07 de juny 2024
06 de juny 2024
04 de juny 2024
01 de juny 2024
Una ressenya de Lluís Serrasolses
Una ressenya tom&jerry.
Lluís Serrasolses, Professor de Llengua Catalana i Literatura
Es pot escriure una ressenya en forma de ressenya sobre Les platges del clatell de Joan Vigó? Ja es veu que no. Una novel·la que rebenta les costures del gènere, que tan aviat és un article, un guió, una transcripció i un recull de poemes, mereix una ressenya que sigui com una calaixera secreter, amb calaixos dissimulats que contenen caixetes tancades amb clau, dins de les quals hi ha notes disperses escrites per mans i plomes diverses. El ressenyador remou el cul a la cadira, corruga les celles, es mossega els llavis, pensa que així potser semblaria una ressenya escape room i la rialleta d’en Joel Joan el fa tirar enrere. Quin model ressenyístic faria justícia al circ que és Les platges del clatell? Un circ intertextual de cinc pistes per on circulen els personatges més fascinants de l’ambient artístic del París dels anys 20 i les seves ramificacions catalanes dels anys 70, amb incursions a una Nova York cinematogràfica? Donem contacte i fotem-li al gas: Picabia, Breton, Luisa Casati, Man Ray, Elsa Schaparelli, Stacia Napierkowska, Picasso... I Miralda i Benet Rossell. I William Friedkin i Palau i Fabre, per torna. I un fantasma poètic en fugida constant: Berta Epstein, poeta maleïda del naixement a la mort. Rastre fugaç, la llum del qual brilla i s’apaga. Aflora i s’amaga, fuig i es perd, torna i s’esfuma, picabia i giravolta, montparneja i parpelleja, esclata i es fon, es fa ocell de ferro i resta de vòmit unglejat per la pluja, escandadalitza els dadaistes i s’ensena pont de la Concorde avall, fulgura com l’aeroplà futurista i es dissol en la grogor de l’orina vespassiana, en la flegma de semen gargall, en els vapors de vidres trencats i donzell de l’absenta, en la pal·lidesa cadavèrica de la morfina. És engolida pel xuclador surrealista i escopida a la llum per la font del Colobor: Pompidou! Pompidou! Bepsta, ressuscitada calidoscòpicament d’entre les restes dels escarabats, de Caldetes a Mougins en anar-i-venirs cap-i-cues i prestidigitació alquímica, del sobre del pica-flor d’en Picabia (rue Simon-Crubellier) al brètol d’en Breton per rínxols de cordill de pastisseria Storerlepatissier. De la filla Breton a la vídua Rossell i al narrador Vigó: fi de la persecució. Aquí la teniu, amb la carrosseria esventrada, però plena de llum cinematogràfica, en un micro diorama a l’interior d’un glaçó de plexiglàs. I dins el diorama una biblioteca i un escriptori ple de calaixos (Què hi ha amagat? On són les claus?), a sobre una pila de llibres. Al capdamunt, un volum de Ca LaBreu: un llibre amb peus de pàgina i suport gràfic i un pim-pam-pum que emmiralla P (Picabia) i BR (Benet Rossell) i un narrador poeta surfista de clatells que assegura cada finta a cop de document, i a cop de bibliografia, de gat que empaita la rata, fa sorra de novel·la.
P.S.
Flaubert: Madame Bovary c’est moi. Berta Epstein: Monsieur Vigó, voulez-vous
coucher avec moi?
29 de maig 2024
28 de maig 2024
16 de maig 2024
LES PLATGES DEL CLATELL a L'Horiginal-Deskomunal
06 de maig 2024
Eduard Cisneros parla (bé) de LES PLATGES DEL CLATELL
Haiku a
Brooklyn, el primer llibre d’aquesta mena de tríptic que tenim entre mans, explica
la història de Russell (nascut [ru’seʎ], com el Benet o el Sandrusco), un
català del barri xino autoexiliat als Estats Units, a Nova York. Primer viu una
temporada amb una parella que recorden els protagonistes de Bitter Moon, de Polanski —però que realment s’estimen i
estimen el protagonista. Després fa una vida prou normal, amb algunes escenes
interessants, i sobretot prepara el seu enterrament en un Lincoln-Mercury
Continental SS X-100 de 1961 amb ell a dins, despullat i envoltat dels objectes
que l’han acompanyat al llarg de la seva vida.
A Vides
potser, Vigó hi torna a fer aparèixer el Lincoln presidencial (en una tele, en un
regateig, també) i la idea de fer-lo servir com a taüt. Curiosament, no sembla
que sigui un tema privatiu de la ficció de Joan Vigó: John Wilson, a la seva
sèrie documental sobre Nova York How to with John Wilson,
visita un fabricant de taüts en forma de cotxe. Sigui com sigui, és el primer
motiu que es repeteix explícitament i relliga aquests dos primers llibres que,
d’altra banda, són ben diferents. A Vides potser el
protagonista, que fa de detectiu privat, s’inventa una identitat que consisteix
a ser un becari de la Poetry Foundation de
Chicago que ha de fer recerca sobre Berta Epstein, una
poeta inventada que el narrador situa a principis de segle XX, que era amant de
Francis Picabia i que va desaparèixer, segurament per haver-se suïcidat
llençant-se al Sena.
A Les platges del clatell,
l’estructura narrativa més o menys estable que hi havia en els dos llibres
anteriors es desfà i l’obra es presenta gairebé com una carpeta —blava— amb diversos
papers (dietaris de diferents persones, poemes traduïts, fotografies, etc.) que
tracten algunes qüestions comunes. Sembla més aviat la documentació
preparatòria que no pas un llibre acabat. A més a més, els diversos fragments
se superposen i passem de la narració d’algun episodi de la vida de Picabia a
les aventures de Benet Rossell i Antoni Miralda per Nova York (on es troben un
moment el barceloní Russell de Haiku a Brooklyn).
De tot plegat en surt un llibre coral i polifònic que no es dedica a explicar
una història concreta des d’un sol punt de vista, sinó que, des de diverses
perspectives, presenta diverses situacions que tenen uns lligams diguem que
dinàmics, però sempre amb el cas Bepsta de
fons —que es presenta amb més o menys intensitat depenent del moment del
llibre.
«El llibre actua com una mena de
laboratori en què l’objecte d’investigació són les possibilitats expressives de
l’atzar objectiu»
Un dels trets més rellevants de Les platges del clatell és la tensió en la qual
posa el text —i, de retruc, el lector— pel que fa a la versemblança. El fet que
hi apareguin personatges reals, fotografies, notes a peu de pàgina amb
referències reals, que es reconegui l’autor de les dues novel·les anteriors i
que s’expliqui el mecanisme pel qual en un llibre Bepsta és una ficció i en
l’altre es diu que no; tot plegat fa que el lector caigui inevitablement en la
temptació de preguntar-se si és veritat —i
la seva consciència lectora li contesta: «si és veritat, el què, sòmines? Però
com en un fals documental, la tensió entre la realitat, la ficció i els
diferents nivells de representació juguen amb les expectatives del lector i fan
que es qüestioni constantment què està llegint.
Les platges del clatell apel·la a la consciència
del lector i intenta provocar-li reflexions sobre la naturalesa textual i els
diferents nivells de representació; apel·la, en definitiva, a la intel·ligència
i li fa fer ni que sigui una mica d’exercici. Des d’aquí agraïm que Joan Vigó
pensi que el públic és intel·ligent: és un punt de partida noble i generós. El
lector ha de respondre a aquest esperit de manera semblant. Com diu ell mateix,
«no cal entendre-ho tot». El llibre actua com una mena de laboratori en què
l’objecte d’investigació són les possibilitats expressives de l’atzar objectiu.
Joan Vigó i la poesia
Com la música en el teatre o en el cinema, a l’obra narrativa de Joan Vigó la poesia actua de manera diegètica o extradiegètica. A Haiku a Brooklyn la poesia és extradiegètica: resumeix la tensió emocional o argumental d’un passatge, en condensa l’expressió i la vivifica d’una manera semblant a com fan els haikus de Basho a L’estret camí de l’interior o, com fa Ponç Pons als seus dietaris, per dir-ne dos a l’atzar. En canvi, a Vides potser hi ha menys poemes, però formen part de l’argument: la poesia és diegètica. El narrador crea els suposats poemes de Bepsta (Berta Epstein) que han sobreviscut a través d’un periple que implica Picabia, Breton, Picasso i Palau i Fabre.
Aquest caràcter diegètic s’extrema a la
novel·la de Joan Vigó. En un accés de metaliteratura, Vigó inclou un llibre
dins del llibre que conté tots els poemes de Berta Epstein que han sobreviscut
fins als nostres dies. Les platges del clatell,
de Joan Vigó, de la col·lecció «Cicuta» de narrativa a LaBreu Edicions, conté Les
platges del clatell, de Berta Epstein, de la col·lecció «Alabatre»
de la mateixa editorial, amb edició del mateix Vigó, que esdevé personatge del
llibre que firma. El caràcter diegètic de la poesia de Bepsta va lligat al seu
caràcter ficcional o d’element constitutiu d’una ficció, però el joc que han
fet autor i editors també permet observar-lo com el nucli al voltant del qual
s’han aplegat una sèrie de materials que han de servir per, algun dia, fer un
llibre sobre els poemes. La presència de la poesia en aquest volum fa que, com
un test de Rorschach, la figura canviï segons com focalitzem la mirada.
Tot plegat és un joc molt gros que fa pensar en els experiments oulipians i que les referències contínues a Carles Hac Mor i Ester Xargay (i, evidentment la presència multiplicada de Benet Rossell) situen en un àmbit plenament artístic, entre el joc i la investigació.
Eduard Cisneros Cecchini