12 d’agost 2024

LES PLATGES DEL CLATELL segons Gema Monlleó (Revista Détour)



Les platges del clatell, de Joan Vigó (LaBreu) | por Gema Monlleó

la meva foscor amarga
-la velocitat més petita
del meu destí,
dels estralls de la disfressa- em floreix pertot.”

Berta Epstein

La película documental My Mexican Bretzel (Núria Giménez Lorang, 2019) narra la historia de Vivan Barret, una mujer de clase acomodada, entre las décadas de los 40 y 60 a partir de las imágenes de cintas domésticas (cincuenta bobinas de 18 y 6 milímetros) y de sus diarios íntimos. La memoria, pasados los años, reposa allí donde quedó fijada. En Les platges del clatell, la tercera novela del poeta Joan Vigó (Barcelona, 1964), el tesoro de la memoria son los poemas perdidos y hallados de Berta Epstein, Bepsta, una malograda y bella poeta morfinómana (“jo he plorat estrelles i incendis / en cambres humides”), amante de Francis Picabia, que vivió en París y que desapareció en 1923 a los 24 años, suicidándose probablemente (y digo probablemente porque con Vigó todo lo que no está cerrado es susceptible de reabrirse en su obra posterior) arrojándose al Sena (“Somniaré inerta amb el rictus dels peixos / i duré l’aigua de París a les entranyes”).

Artistas de la talla de Francis Picabia, Benet Rossell, Pablo Picasso, Palau i Fabre, Kiki de Montparnasse, Erik Satie, Man Ray, Stacia Napierkowska, Marcel Duchamp, André Breton... son, en mayor o menor medida, protagonistas de esta novela puzle, novela matrioshka, novela trampantojo, novela documental que dialoga desde sus tres planos temporales con la obra anterior del autor (la visita de Rossell y Miralda en 1971 a la licorería del Russell de Haiku a Brooklyn, la malograda Bepsta o la marquesa Luisa Casati: Vides potser) creando (¿cerrando?) un, de momento, tríptico metaliterario de carácter híbrido y, en Les platges del clatell, absolutamente oulipiano, vilamatiano y bolañiano.

A la manera del Decamerón (Giovanni Boccaccio) o de El manuscrito encontrado en Zaragoza (Jan Potocki), a la manera del mismo Vigó en Haiku a Brooklyn, un hallazgo documental desencadena la trama: los poemas de Berta Epstein, rescatados en un primer momento por Francis Picabia cuando ésta, en un momento de desesperación narcótica, pretende lanzarlos por la ventana; enviados por Picabia a Breton para que los publicase en Littérature, y olvidados y rescatados varias veces hasta llegar a las manos de Corsini (estudioso literario y peculiar goshtwriter) que los entrega a Vigó (el personaje) quien los incluye como un insert con identidad propia en la novela con la misma estética que los poemarios de la colección Alabatre donde Vigó (el autor) publica (¡oh, casualidad!) los suyos. Mentre Baixa l’escala i els crits d’ella s’esvaeixen, de la mateixa manera que intueix que la seva historia amb Bepsta està arribant al final, té la certesa que, havent-se quedat els seus poemes, està salvant alguna cosa. Tal vegada el llegat que en quedarà”. Treinta y tres poemas y veintidós escritos fragmentarios robats als escarbats”: el legado del que ahora, en una constatación de la teoría bretoniana del azar objetivo (hasard objectif), podemos disfrutar.

La novela trenza una cronología triple (los años 20 en París, 1971 en Nueva York y la Barcelona contemporánea) en una suerte de informe literario, detectivesco y documental (un recurso similar al recientemente utilizado por Hernan Díaz en su magnífica Fortuna). Tan pronto estamos con Picabia en el París de las vanguardias, como observando la vida en Nueva York desde la mirada voraz de Rossell y Miralda (“jugàvem a ser artistes quan, de fet, érem artistes”); tan pronto seguimos las hazañas erótico artísticas de Picabia por tierra y mar (la institutriz de su hijo Lorenzo en la casa familiar de Mougins, la bailarina rusa Stacia Napierkowska -inmortalizada en sus cuadros como Udnie- en su viaje a Nueva York a bordo del La Lorraine), como asistimos a un accidente de coche durante el rodaje de The French Connection (William Friedkin, 1971) que deriva en una noche de mezcal (¿Los suicidas?) frente a un peculiar altar picabiano; tan pronto asistimos a los argumentos de Picasso sobre las mujeres y las musas (“No són muses. Són fonts elèctriques de desig que ens connecten amb el centre de la terra”), como disfrutamos del cielo cubista de Manhattan desde Welfare Island. Rossell y Picabia, artistas totales ambos (pintores, poetas, multidisciplinarios), unidos por el hilo de la bohemia y la imperiosa necesidad de exprimir la vida, curiosos, calidoscópicos, poliédricos, anti dogmáticos, parisinos a ratos. Rossell y Picabia: aristòcrates de l’esperit”. Dos figuras ante el mismo espejo, dos reflejos de dos mundos desaparecidos que convergen en el actual de la mano de Corsini y de Vigó (personaje y autor), tras el hallazgo y la edición de los poemas de Berta Epstein, en un doppelganger que multiplica la fractalidad de los personajes.

El aparente juego de casualidades que impulsa la(s) historia(s) se sostiene en un minucioso trabajo de investigación y documentación histórica (condensado en el Àlbum final, un despliegue forénsico de pruebas documentales que certifican la veracidad de lo narrado) en el que Berta Epstein está, por acción o evocación, en el centro de la trama. Bepsta, la mujer con la sang més perfecta que et puguis imaginar”, la protagonista azul de La femme aux allumettes (Picabia, 1924), la que huyó a los catorce años del barrio judío en el que vivía al saber que sus padres la querían casar con un rabino, rescatada de la prostitución callejera por su amante Béatrice Dumont (“les dues col·leccions d’ossos simètrics / que som tu i jo / Béatrice”), iniciada por ésta en la morfina (“Era com un animal ressentit. Tenia tanta ràbia a dins que només l’apaivagava amb morfina”), liberada y libertina, admiradora del salvajismo vital y literario de escritoras como Nancy Cunard o Valentine Penrose, y a quien ni el amor siempre tempestuoso (“ell s’enamora en allau”) ni el dinero de Picabia le bastaron para alejarse de un final trágico (“Car no he nascut / per ser salvada / sinó per ser la meva pròpia força / entre aquests papers / i les agulles / malgrat el teu bon cor”).

Bepsta, prostituta y poeta (“cristalls d’un temps que ara recordo”). Bepsta, morfinómana y poeta (“i els ossos se m’esquerden quan tremolo / i fa set només de mirar enllà”). Bepsta, dona, parpella, espasme laminat, ull sísmic del cor, sina lloma” y poeta. Bepsta, fantasmal Cleopatra de París y poeta (“Volar damunt  de totes les teulades / reposar als engonals de la Torre Eiffel”). Bepsta, la poeta de la sonrisa y la felicidad efímeras (“Trampa del somriure. Llàgrimes cares”). Bepsta, la poeta que huyó de los disturbios entre surrealistas y dadaístas en el Théatre Michel la noche del 6 de julio en París camino del Pont de la Concorde...

“Serà de nit:

ulls clucs
el salt
damunt els peixos adormits
la queixalada
de mans i de dents d’alga.

Serà de nit.”

La polifonía de Les platges del clatell encaja con precisión artística y mecánica, componiendo en sus capítulos un catálogo fabergiano de orfebrería literaria. Picabia por voz del narrador. Rossell en voz propia en lo que parece una transcripción escrita de conversaciones. Berta Epstein en la evocación de Béatrice, en la carta de Casati a Schiaparelli. Y Vigó, el autor que escribe y el personaje que escribe, como el alquimista que combina los elementos hasta dar con la/su piedra filosofal: los poemas de Berta Epstein. Novela, también, juego. Novela reto para el lector que puede optar por confiar en la veracidad del relato, ser cómplice de un Vigó más detective salvaje que nunca, o intentar el despiece entre la realidad y la ficción. Yo opto por entregarme a la historia, como ya hice cuando vi My Mexical Bretzel, por la complicidad con el autor, por ser parte del caleidoscopio literario (“Fer girar el calidoscopi, no és potser crear formes atzaroses que en persegueixen unes altres?”) y por disfrutar de la trama, de la lírica, de los reflejos dioramáticos y del mantra benetrosselliano: no cal entendre-ho tot”.

Termino esta reseña con un regalo poético para su autor. Tuve la suerte de compartir con él tardes de exhumaciones literarias (composición de poemas hurtando palabras de otro texto bajo una traba oulipiana –porque como afirma Picabia en la poesia tot és i tot pot ser”-) y ahora hago bandera de su juego utilizando su voz y constriñendo mis versos a lo que leo como unas nítidas instrucciones exhumatorias en la página final de sus agradecimientos: El cognom Picabia apareix en el llibre 184 vegades. Epstein, 54. Rossell, 53. Picabia, 49. Palau, 27. Napierkowska, 9.”

Joc de miralls
els ulls perduts en un enllà fet de no-res, tant era
em va sacsejar per dins.
Volia ser poeta:
a cada pàgina marques de llapis. Itineraris.”

 



 

22 de juliol 2024

Conversa amb Adrià Pujol a La Bisbal


A La Bisbal (a la terrassa del Tasmània a les 19h),
amb l'Adrià Pujol xerrarem de llibres, 
del món, del mort i de qui el vetlla.

Una conversa per les platges del sí i del no.

Celebrarem el fracàs de la humanitat
amb dignitat i ironia.

Tothom hi serà benvingut.

 

11 de juny 2024

LES PLATGES DEL CLATELL segons Marina Espasa (Ara Llegim)


"D’una banda, tenim Antoni Miralda i Benet Rossell dalt d’un avió de dos pisos, amb barra de bar i permís per fumar, volant cap al Nova York dels anys 70. D'una altra, som en plena època d’avantguardes i assistim a una conversa entre Francis Picabia i Pablo Picasso sobre dones joves, una de les passions que comparteixen. A la intersecció entre aquestes dues històries, la feina de detectiu privat que ja fa tres llibres que exerceix el poeta Joan Vigó (Barcelona, 1964) hi ha col·locat una perla: la vida breu i intensa de Berta Epstein, una poeta que es va suïcidar tirant-se al riu Sena l’any 1924, quan era amant de Picabia.

Molts anys després, l’artista lleidatà Benet Rossell va sol·licitar al Centre Georges Pompidou una còpia d’uns dibuixos que Francis Picabia havia fet per a la revista Littérature. La tramesa li va arribar amb tota professionalitat i amb un afegit: tot de poemes d’una tal Berta Epstein que Picabia havia enviat a André Breton, confiant que el poeta i líder dels surrealistes sabria què fer-ne. Quan, el 2019, poc després de la mort de Rossell, Joan Vigó pot entrar al seu taller i obrir una capsa metàl·lica on diu “Picabia”, on hi ha aquest mateix sobre amb els poemes, la troballa doblega algun replec del temps i acaba generant un llibre com Les platges al clatell, que és a la vegada un tractat d’art, un poemari, un cant d’amor a Rossell i Picabia i a la força de l’atzar i la ficció: “Es tractava, potser, de trobar la verdadera ficció que dispara a les platges del clatell de la falsa realitat. No cal entendre-ho tot”.

Jugar al gat i la rata amb el lector

Amb les mateixes cartes que fan anar els realitzadors de falsos documentals, Vigó juga al gat i a la rata amb el lector: ara et col·loco un peu de pàgina amb una referència a una exposició de la Sala Dalmau dels anys 80, ara una foto de Picabia, Picasso i companyia, ara una foto d’una noia que es diu que és l’única de la jueva morfinòmana que és prostituïa als urinaris de París, ara incloc un número més de la col·lecció de poesia Alabatre amb poemes de Berta Epstein... Tot perfer-li ballar el cap sobre el concepte de versemblança i sobre el que està llegint: va existir una noia com Berta Epstein, poeta oblidada i maltractada per un món eminentment masculí? O és un producte de la ploma de Vigó, que homenatja aquesta i tantes altres artistes que van patir un destí semblant, el de l’oblit?

Amb aquest títol, Joan Vigó tanca una sèrie de tres llibres que obren moltíssimes possibilitats a la narrativa tradicional, perquè juguen ambles convencions de gènere i esborren fronteres entre realitat i ficció. Són llibres fi dels a una concepció lúdica de la literatura, l’esperit oulipià, que reivindiquen una altra manera de concebre la literatura, lluny de la majoria de produccions adotzenades que ens deparen la majoria d’escriptors d’avui."



01 de juny 2024

Una ressenya de Lluís Serrasolses


Una ressenya tom&jerry.

Lluís Serrasolses, Professor de Llengua Catalana i Literatura

 

Es pot escriure una ressenya en forma de ressenya sobre Les platges del clatell de Joan Vigó? Ja es veu que no. Una novel·la que rebenta les costures del gènere, que tan aviat és un article, un guió, una transcripció i un recull de poemes, mereix una ressenya que sigui com una calaixera secreter, amb calaixos dissimulats que contenen caixetes tancades amb clau, dins de les quals hi ha notes disperses escrites per mans i plomes diverses. El ressenyador remou el cul a la cadira, corruga les celles, es mossega els llavis, pensa que així potser semblaria una ressenya escape room i la rialleta d’en Joel Joan el fa tirar enrere. Quin model ressenyístic faria justícia al circ que és Les platges del clatell? Un circ intertextual de cinc pistes per on circulen els personatges més fascinants de l’ambient artístic del París dels anys 20 i les seves ramificacions catalanes dels anys 70, amb incursions a una Nova York cinematogràfica? Donem contacte i fotem-li al gas: Picabia, Breton, Luisa Casati, Man Ray, Elsa Schaparelli, Stacia Napierkowska, Picasso... I Miralda i Benet Rossell. I William Friedkin i Palau i Fabre, per torna. I un fantasma poètic en fugida constant: Berta Epstein, poeta maleïda del naixement a la mort. Rastre fugaç, la llum del qual brilla i s’apaga. Aflora i s’amaga, fuig i es perd, torna i s’esfuma, picabia i giravolta, montparneja i parpelleja, esclata i es fon, es fa ocell de ferro i resta de vòmit unglejat per la pluja, escandadalitza els dadaistes i s’ensena pont de la Concorde avall, fulgura com l’aeroplà futurista i es dissol en la grogor de l’orina vespassiana, en la flegma de semen gargall, en els vapors de vidres trencats i donzell de l’absenta, en la pal·lidesa cadavèrica de la morfina. És engolida pel xuclador surrealista i escopida a la llum per la font del Colobor: Pompidou! Pompidou! Bepsta, ressuscitada calidoscòpicament d’entre les restes dels escarabats, de Caldetes a Mougins en anar-i-venirs cap-i-cues i prestidigitació alquímica, del sobre del pica-flor d’en Picabia (rue Simon-Crubellier) al brètol d’en Breton per rínxols de cordill de pastisseria Storerlepatissier. De la filla Breton a la vídua Rossell i al narrador Vigó: fi de la persecució. Aquí la teniu, amb la carrosseria esventrada, però plena de llum cinematogràfica, en un micro diorama a l’interior d’un glaçó de plexiglàs. I dins el diorama una biblioteca i un escriptori ple de calaixos (Què hi ha amagat? On són les claus?), a sobre una pila de llibres. Al capdamunt, un volum de Ca LaBreu: un llibre amb peus de pàgina i suport gràfic i un pim-pam-pum que emmiralla P (Picabia) i BR (Benet Rossell) i un narrador poeta surfista de clatells que assegura cada finta a cop de document, i a cop de bibliografia, de gat que empaita la rata, fa sorra de novel·la.

P.S. Flaubert: Madame Bovary c’est moi. Berta Epstein: Monsieur Vigó, voulez-vous coucher avec moi?


 

16 de maig 2024

LES PLATGES DEL CLATELL a L'Horiginal-Deskomunal


Conferència sobre Les platges del clatell
i magne recital dels poemes de Berta Epstein
a càrrec de les factòtums de l'Horiginal, 
les tres poetes que tothom vol escoltar,
el trio poètic més Deskomunal.

No us les perdéssiu pas!

Laia Carbonell, Raquel Santanera i Maria Sevilla


Tothom hi serà benvingut!



06 de maig 2024

Eduard Cisneros parla (bé) de LES PLATGES DEL CLATELL


Podeu llegir l'article aquí, tot i que també el transcric a continuació:

Haiku a Brooklyn, el primer llibre d’aquesta mena de tríptic que tenim entre mans, explica la història de Russell (nascut [ru’seʎ], com el Benet o el Sandrusco), un català del barri xino autoexiliat als Estats Units, a Nova York. Primer viu una temporada amb una parella que recorden els protagonistes de Bitter Moon, de Polanski —però que realment s’estimen i estimen el protagonista. Després fa una vida prou normal, amb algunes escenes interessants, i sobretot prepara el seu enterrament en un Lincoln-Mercury Continental SS X-100 de 1961 amb ell a dins, despullat i envoltat dels objectes que l’han acompanyat al llarg de la seva vida.

Vides potser, Vigó hi torna a fer aparèixer el Lincoln presidencial (en una tele, en un regateig, també) i la idea de fer-lo servir com a taüt. Curiosament, no sembla que sigui un tema privatiu de la ficció de Joan Vigó: John Wilson, a la seva sèrie documental sobre Nova York How to with John Wilson, visita un fabricant de taüts en forma de cotxe. Sigui com sigui, és el primer motiu que es repeteix explícitament i relliga aquests dos primers llibres que, d’altra banda, són ben diferents. A Vides potser el protagonista, que fa de detectiu privat, s’inventa una identitat que consisteix a ser un becari de la Poetry Foundation de Chicago que ha de fer recerca sobre Berta Epstein, una poeta inventada que el narrador situa a principis de segle XX, que era amant de Francis Picabia i que va desaparèixer, segurament per haver-se suïcidat llençant-se al Sena.

Les platges del clatell, l’estructura narrativa més o menys estable que hi havia en els dos llibres anteriors es desfà i l’obra es presenta gairebé com una carpeta —blava— amb diversos papers (dietaris de diferents persones, poemes traduïts, fotografies, etc.) que tracten algunes qüestions comunes. Sembla més aviat la documentació preparatòria que no pas un llibre acabat. A més a més, els diversos fragments se superposen i passem de la narració d’algun episodi de la vida de Picabia a les aventures de Benet Rossell i Antoni Miralda per Nova York (on es troben un moment el barceloní Russell de Haiku a Brooklyn). De tot plegat en surt un llibre coral i polifònic que no es dedica a explicar una història concreta des d’un sol punt de vista, sinó que, des de diverses perspectives, presenta diverses situacions que tenen uns lligams diguem que dinàmics, però sempre amb el cas Bepsta de fons —que es presenta amb més o menys intensitat depenent del moment del llibre.

«El llibre actua com una mena de laboratori en què l’objecte d’investigació són les possibilitats expressives de l’atzar objectiu»

Un dels trets més rellevants de Les platges del clatell és la tensió en la qual posa el text —i, de retruc, el lector— pel que fa a la versemblança. El fet que hi apareguin personatges reals, fotografies, notes a peu de pàgina amb referències reals, que es reconegui l’autor de les dues novel·les anteriors i que s’expliqui el mecanisme pel qual en un llibre Bepsta és una ficció i en l’altre es diu que no; tot plegat fa que el lector caigui inevitablement en la temptació de preguntar-se si és veritat —i la seva consciència lectora li contesta: «si és veritat, el què, sòmines? Però com en un fals documental, la tensió entre la realitat, la ficció i els diferents nivells de representació juguen amb les expectatives del lector i fan que es qüestioni constantment què està llegint.

Les platges del clatell apel·la a la consciència del lector i intenta provocar-li reflexions sobre la naturalesa textual i els diferents nivells de representació; apel·la, en definitiva, a la intel·ligència i li fa fer ni que sigui una mica d’exercici. Des d’aquí agraïm que Joan Vigó pensi que el públic és intel·ligent: és un punt de partida noble i generós. El lector ha de respondre a aquest esperit de manera semblant. Com diu ell mateix, «no cal entendre-ho tot». El llibre actua com una mena de laboratori en què l’objecte d’investigació són les possibilitats expressives de l’atzar objectiu.

Joan Vigó i la poesia

Com la música en el teatre o en el cinema, a l’obra narrativa de Joan Vigó la poesia actua de manera diegètica o extradiegètica. A Haiku a Brooklyn la poesia és extradiegètica: resumeix la tensió emocional o argumental d’un passatge, en condensa l’expressió i la vivifica d’una manera semblant a com fan els haikus de Basho a L’estret camí de l’interior o, com fa Ponç Pons als seus dietaris, per dir-ne dos a l’atzar. En canvi, a Vides potser hi ha menys poemes, però formen part de l’argument: la poesia és diegètica. El narrador crea els suposats poemes de Bepsta (Berta Epstein) que han sobreviscut a través d’un periple que implica Picabia, Breton, Picasso i Palau i Fabre.

Aquest caràcter diegètic s’extrema a la novel·la de Joan Vigó. En un accés de metaliteratura, Vigó inclou un llibre dins del llibre que conté tots els poemes de Berta Epstein que han sobreviscut fins als nostres dies. Les platges del clatell, de Joan Vigó, de la col·lecció «Cicuta» de narrativa a LaBreu Edicions, conté Les platges del clatell, de Berta Epstein, de la col·lecció «Alabatre» de la mateixa editorial, amb edició del mateix Vigó, que esdevé personatge del llibre que firma. El caràcter diegètic de la poesia de Bepsta va lligat al seu caràcter ficcional o d’element constitutiu d’una ficció, però el joc que han fet autor i editors també permet observar-lo com el nucli al voltant del qual s’han aplegat una sèrie de materials que han de servir per, algun dia, fer un llibre sobre els poemes. La presència de la poesia en aquest volum fa que, com un test de Rorschach, la figura canviï segons com focalitzem la mirada.

Tot plegat és un joc molt gros que fa pensar en els experiments oulipians i que les referències contínues a Carles Hac Mor i Ester Xargay (i, evidentment la presència multiplicada de Benet Rossell) situen en un àmbit plenament artístic, entre el joc i la investigació.


Eduard Cisneros Cecchini



24 d’abril 2024