11 de maig 2010

El poder insospechado del lenguaje


Por mor de la seguridad, los espacios públicos y privados se vieron invadidos por cámaras de vigilancia, en una proliferación invasiva de ojos tecnológicos que hubieran hecho caerse de su sillón al bueno de Orwell. La videovigilancia devino en obsesión. Así, era común que unas cámaras observaran a otras para poder garantizar su eficacia. Y cámaras que vigilaban a éstas, y así hasta el infinito. Un extraño fenómeno informático dio consciencia a dichos dispositivos y éstos decidieron controlar el mundo. Desde ese día, los hombres no pudieron construir ni un modesto local sin que las cámaras les dotaran para ello.