ÁRBOLES FINALES
Los árboles que nos quedan son aquéllos,
los todavía no alcanzados. En sus claros se
decide
qué sombra infundir en cada uno de nosotros.
Tienen, a su modo, una voz de llamada hacia
arriba,
como el que arquea las manos en torno a la boca
para ser oído en lo más alto y pedir que alguien
se haga cargo de los que estamos aquí. Ultimados.
Todo árbol cobija a un muerto y lo mantiene
en la savia, lo hace suyo y lo ampara, le da un
suelo
de corteza y de hojas caídas para él.
Los bosques pueden salvarse en los que han sido,
quiero decir, en el recuerdo que guardamos de
ellos.
Tendrá un hogar en el color del haya quien los
defienda.
Hay árboles que parecen anteriores a la tierra,
los robles
y los tejos, por ejemplo, arraigados en una mano
perdida
y mortal que quiso hacer el mundo y no pudo.
Escuchadlos en sus ramas; nos avisan, aconsejan.
Son las obras completas del reposo.
Ramón Andrés, Los árboles que nos quedan
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