«(...) de pronto
descubre que no hay nada más peligroso que los diminutivos. Los diminutivos que
dotan a todo de una falsa humildad y gracia infantil; pero que no son otra cosa
que mandíbulas de tiburón con varias filas de dientes por entre los que brota
una vocecita que dice cosas como “Pero qué buenito que eres”.»
Rodrigo Fresán, La parte
inventada
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