«Por lo que toca a los ferrocarriles, su ventajas eran notorias
con relación a los aviones, pero a su turno fueron superados por las
diligencias, vehículos que no contaminaban el aire con el humo del petróleo o
el carbón, y que permitían admirar las bellezas del paisaje y el vigor de los
caballos de tiro. La bicicleta, medio de transporte altamente científico, se
sitúa históricamente entre la diligencia y el ferrocarril, sin que pueda
definirse exactamente el momento de su aparición. Se sabe en cambio, y ello
constituye el último eslabón del progreso, que la incomodidad innegable de las
diligencias aguzó el ingenio humano a tal punto que no tardó en inventarse un
medio de transporte incomparable, el de andar a pie. Peatones y nadadores
constituyen así el coronamiento de la pirámide científica, como cabe comprobar
en cualquier playa cuando se ve a los paseantes del malecón que a su vez
observan complacidos las evoluciones de los bañistas. Quizás sea por eso que
hay tanta gente en las playas, puesto que los progresos de la técnica, aunque
ignorados por muchos niños, terminan siendo aclamados por la humanidad entera,
sobre todo en la época de vacaciones pagadas.»
Julio Cortázar,
fragment de El tesoro de la juventud
(a Último round, Vol. I)
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