07 de maig 2007

Historias perversas (7)


Como viejos timbres esperando un dedo, así mi antiguo sueño aguarda a tu sombra entre chaparrales. Las furgonetas abandonadas cerca de un lejano cementerio de aviones dibujan el escenario. Allí veo, me veo, nos veo. Un DC9-30 al que se accede por una oxidada escalerilla de aeropuerto. La pequeña plataforma frente a la puerta es ahora balcón. Puedo contar las macetas multicolores donde crecen las plantas felices. Una vez dentro del fuselaje, a la derecha, la cocina y un gran sofá cubierto por un patchwork navajo. A la izquierda anaqueles con libros y después la cama donde reposas emitiendo pequeños maullidos, hecha un ovillo entre las enormes almohadas, abrazada a ellas con desesperación placentera y antigua, náufraga entre sábanas recibes los lametazos de sol. Hueles el café y sonríes. Te desperezas y tus brazos dibujan la sombra de una uve que me abraza mientras me acerco con las tazas humeantes. Olemos todavía a noche y en esta república de acero nada tememos, o sólo a nosotros, mas qué importa si la piel es eléctrica y el dolor es el placer preciso y calculado del deseo. Como viejos timbres esperando un dedo, en este páramo sólo nos acompañan los coyotes.