«Me encantan los prólogos. Escribiría un libro formado solo por el prólogo.
Para qué demorarse hasta que transcurran doscientas páginas. Un prefacio en
ocasiones es ya demasiado. Søren Kierkegaard ensayó algo así hace doscientos años.
Escrito bajo el seudónimo Nicolaus Notabene, Prólogos es un libro que incluye ocho prólogos,
precedidos de un prólogo, que no tratan de nada, y que lo son de libros que no
existen. No hay tema alguno en ellos. Notabene es un bromista, y maneja la idea
de que “escribir un prólogo es como tocar a la puerta de una casa y luego
echarse a correr”, dice, de modo que cuando el lector abra no encuentre a
nadie. “Un prólogo —añade— es un
estado de ánimo. Escribir un prólogo es como afilar la hoz, como afinar la
guitarra, como hablarle a un niño, como escupir por la ventana. Uno no sabe
cómo ni cuándo las ganas se apoderan de uno, las ganas de escribir un prólogo,
las ganas de estos leves sub noctem
susurri”.»
Juan Tallón, a l’article Adoro los prólogos, aunque los aborrezco
(Jot Down Cultural Magazine, 26.02.2015)
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