«En cuanto a nuestra dignidad, sospecho que, como siempre,
está en apuros. No quiero parecer cínico; sencillamente, desconfío del
humanismo y abomino de los reformadores. Me interesa la aventura del hombre
concreto que se enfrenta a lo que le rodea, y que encuentra en su actitud ante
la vida motivos para seguir siendo justo, honrado y, por qué no decirlo, bueno.
Al fin y al cabo, y a pesar de todo, el misterio último no es la maldad, sino
la bondad, su existencia palpable. El mundo es un enorme matadero lleno de
personas buenas, objetivamente buenas.»
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