«De
este modo podremos llegar a comprender que un hombre es la
imagen
de una ciudad y una ciudad las vísceras puestas al revés de un
hombre,
que un hombre encuentra en su ciudad no sólo su
determinación
como persona y su razón de ser, sino también los
impedimentos
múltiples y los obstáculos invencibles que le impiden
llegar
a ser, que un hombre y una ciudad tienen relaciones que no se
explican
por las personas a las que el hombre ama, ni por las personas
a las
que el hombre hace sufrir, ni por las personas a las que el hombre
explota
ajetreadas a su alrededor introduciéndole pedazos de alimento en
la
boca, extendiéndole pedazos de tela sobre el cuerpo, depositándole
artefactos
de cuero en torno de sus pies, deslizándole caricias
profesionales
por la piel, mezclando ante su vista refinadas bebidas tras
la
barra luciente de un mostrador.»
Luis Martín
Santos, Tiempo de silencio
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