Dame más asfalto. Que lo sienta, que lo arda. Proporcióname islas grises donde me sienta a salvo de este mundo de alfileres. Sólo tras la trinchera de la imaginación seré quien soy, a salvo de los árboles. Aprendo en cada recodo, en tus risas. Qué más da si son irregulares o si las noches se confunden con las islas. Queda la música, la literatura, las palabras que recitas entre juegos, bajo la sábana esquiva. Los vaivenes de la pereza, las horas blandas. Cuando el tiempo agoniza no hay metales, sólo queda la alegría en una interminable tarde. Igual que tus ojos en este rincón o tu pelo derramado en esta esquina.
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