«La librería era
un aparcamiento de cementerios usados. Miles de cementerios aparcados en hilera
como coches. Casi todos los libros estaban descatalogados, y nadie quería
leerlos ya, y la gente que había leído los libros había muerto o los había
olvidado, pero gracias al orgánico proceso de la música los libros habían
recuperado su virginidad. Lucían sus vetustos copyrights como si fueran un
himen nuevo.»
Richard Brautigan, La pesca
de la trucha en América [traducció de Pablo Álvarez Ellacuria]
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