11 d’abril 2007

Historias perversas (2)


De pronto decidían disfrazarse; él de chulo, ella de prostituta. Luego frecuentaban bares sórdidos y solían hacer el amor en callejones putrefactos. Les gustaba ser observados en la distancia por ojos desesperados. El deseo se mezclaba con oleadas de adrenalina. También solían hacerse algunas fotografías obscenas cerca de cubos de basura y muros desconchados. Una madrugada un taxista creyó disparar contra un cruel proxeneta. Ella casi consigue arrancarle los ojos a mordiscos.