
El día que sintió que su vida se estaba convirtiendo en un abrigo tejido con el plomo de todas las rutinas, decidió cambiar. Abandonó el hogar y con su exiguo equipaje embarcó y cruzó el océano. Allí descubrió la soledad absoluta, los horizontes vacíos, la crueldad intrínseca del sueño americano, la desesperación, el tatuaje de la degradación y la pobreza, las gasolineras abandonadas. Supo también de la facilidad para adquirir armas de fuego, se hizo con un par de ellas, robó un viejo Chevrolet El Camino y se dedicó a asaltar y asesinar en carreteras secundarias hasta que un día fue abatido por la ley. Mientras se desangraba y sentía la carretera ardiendo en su mejilla, alcanzó a pensar en el viejo abrigo pero no lo echó de menos. Después cerró los ojos.
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