02 de maig 2007

Historias perversas (5)


Nació en un circo y recibió el nombre de Nadia, en honor de la mítica gimnasta rumana. Su padre era hombre forzudo y su madre trapecista. Desde que dio sus primeros pasos, toda la compañía notó su predilección por los animales, ese extraño don que hacía que incluso los grandes felinos permitieran sus caricias a través de los barrotes del carromato-jaula. Paralelamente, no prestaba demasiada atención a sus congéneres, como si estuviera afectada de autismo selectivo. Nunca supo de la amistad sincera, ni gozó ni sufrió el atolondramiento del amor adolescente. Decidió ser domadora de elefantes africanos (Loxodonta africana) y siendo La Gran Nadia, asombró con números nunca vistos a los públicos de toda Europa.

Tenía predilección por el macho Jambo (hola en swahili), un enorme ejemplar de 5 metros de altura y más de 6000 quilogramos con el que consiguió todos sus éxitos, incluido el Premio a la Mejor Domadora en el Festival Mundial del Circo de Mónaco. Siempre que acampaban en una ciudad, se instalaba uniendo su caravana a la carpa de Jambo. Por las noches, cuando el silencio se adueñaba del pintoresco asentamiento, un curioso podría haber visto como la trompa del paquidermo entraba por la ventana de Nadia, que esperaba desnuda las caricias del poderoso y a la vez delicado apéndice, a la búsqueda de la melaza de cacahuete con la que ella se embadurnaba. Siguen siendo felices de ciudad en ciudad.